Máncora, el nombre se remonta al siglo XVII cuando el virrey José Antonio Manso de Velazco, Conde de Superunda entrega al Capitán Martín Alonso Granadino la explotación de tierras desde los cerros Cuscus/Prieto hasta el pueblo de Tumbes y a partir de la orilla 150 km hacia adentro, todo esto a cambio de una cantidad fija de brea por año en beneficio del Rey. Ya desde la época incaica o aún antes se utilizaba el cope o brea blanca para diferentes usos (calafateo, combustible de lámparas, uso medicinal). Se origina entonces la hacienda Máncora y los pueblos de Talara, Máncora y Lobitos, en el curso de los años una sucesión de personas explotaron la mina y tierras. En 1826, ya constituida la República, pasa a manos del Sr. Quintana, quien lo recibe a cambio de un préstamo de cinco mil pesos hecho al estado para la guerra de la independencia. Quintana vende al sr. José de Lama que a su vez entrega en herencia todo a su hija y esposa; su hija deja finalmente en herencia al sr. Helguero e hijos. Uno de ellos (Genaro) adquiere todos los derechos y aprovecha la perforación del primer pozo petrolero en EEUU para viajar y contratar los servicios técnicos de Eduardo Fowks e iniciar la perforación de pozos. Los elevados costos le obligan a vender, entonces el Sr. Tweddle y keswick compran en el año 1888, mas adelante ellos otorgan la concesión de explotación a una firma inglesa (Landon & Pacific Petroleum) que a su vez arrienda en 1914 a la International Petroleum Company, luego la IPC compra a Tweddle y Keswick, finalmente en 1968 el gobierno dictatorial de Juan Velazco Alvarado nacionaliza y la explotación vuelve a ser controlada por el estado.
Hoy el petróleo sigue generando riqueza sin embargo son las playas el mayor atractivo de esa parte de nuestro litoral, Mar cristalino, Sol todo el año, enorme riqueza ictiologíca, turismo creciente e innumerables proyectos privados y estatales impulsan desarrollo y progreso, lamentablemente las autoridades locales y el gobierno central no coordinan ni trazan un plan maestro lo que deriva en una desordenada oferta de servicios y por ende confusión e incertidumbre para el inversor, turista y naturales.
Mi relación con esta “hipnotizante” localidad data de 1962, en paseo escolar la visito por primera vez, era una pequeña localidad con un restaurante, comisaría y algunas chozas o casas de caña y barro, era una parada mas en la Carretera Panamericana y la podemos considerar como una típica caleta del litoral norteño peruano. El restaurante Espada (hasta hoy existe aunque de otro propietario) del viejo Fassón nos recibe y hace degustar ostras crudas con limón, nuestra edad entre diez y doce años, todos sufrimos para tragar ese bivalvo molusco y en mi caso personal hasta hoy recuerdo el duro trance que tuvimos que superar. En la década del ochenta por razones de trabajo regrese en varias oportunidades y quede nuevamente fascinado por su mar, pesca y cordialidad de sus habitantes, a partir de ese momento se grabó en mi cerebro la necesidad de agotar cualquier esfuerzo con la finalidad de vivir allá. Hace tres años este proyecto rebrotó y son ya tres las veces que viajo a Máncora con ese fin, aunque mi realidad familiar dificulta la realización de este anhelo cada vez que voy asimilo fuerzas o busco alternativas distintas, no dejo de buscar nuevas formulas que permitan lograr este cometido. Un poco de suerte, mucha determinación y audacia son necesarias pero sobre todo mantener vigente este sueño que pretendo “coronar” antes del 2010
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