(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

martes, 29 de mayo de 2007

Soledad, perdida y anhelada

Desde la adolescencia asumí una actitud marginal frente a la sociedad, no conocía las razones de ese comportamiento ni encontraba explicación a mi conducta, por largos años diferentes alternativas inundaron un confundido cerebro, busque razones que pudieran resolver este enigma sin encontrar las respuestas que permitieran entender lo que sentía, mucho tiempo después la madurez, experiencia y nuevos conocimientos acercaron la verdad.

Las costumbres familiares de esos años se orientaban por una educación rígida, opresiva o intransigente, mis padres tuvieron esa formación y aplicaron similar método con nosotros, traté entonces de nutrirme en el barrio, aprovechando la experiencia de los mas grandes acudí a ellos pero su aporte fue mínimo ya que recibían similar trato y acumulaban las mismas inquietudes, durante esos años el ámbito escolar tenía un sistema vertical y autoritario por lo que también era inútil pretender encontrar ahí las respuestas anheladas.
La radiodifusión era el medio más importante de comunicación, radio novelas, aventuras infantiles y música tropical como criolla inundaba la ciudad, en cada casa siempre había un receptor prendido (aún no llegaba la Tv). Así crecimos, entre la novedad de los medios auditivos que de manera inconciente nos imbuia con mensajes subliminales respecto a un mundo mas amplio que el conocido por nosotros, de manifestaciones musicales distintas expuestas por los jovenes en otros lares (Rock, Manbo) y, nuestra intolerancia por la forma de educarnos.
Algunos años después y también por ondas radiales llega la “beatlemania”, consolida la música rock que ya calaba en la juventud de Lima y reafirma el espíritu rebelde que muchos sentiamos, la simbiosis que esta circunstancia produce en las generaciones emergentes alimenta las inquietudes referidas en el primer párrafo y, por lo menos en mi caso, reafirma esa marginalidad. Durante muchos años, en todo el mundo, nuestra generación y las siguientes modifican las costumbres, hoy los jóvenes y niños tienen derechos que en nuestra época eran insospechables.
La soledad, al principio involuntaria aunque en posteriores oportunidades ya voluntaria, fue un recurso valido para mí, aprendí a desarrollarme o convivir con ella, cuando las circunstancias lo exigían utilizarla para goce personal. Hoy, a pesar de vivir en un hogar constituido, ser cabeza de familia y parte de una comunidad, anhelo reencontrarme en ella.

La reconstrucción de los hechos detallados pueden no ser exactos o precisos pero reflejan de manera casi literal lo que viví o por lo menos sentí durante esos años.

Bordear sesenta años hace reflexionar al individuo sobre el presente, pasado y escaso futuro pendiente, la abstracción permite replantear objetivos y/o buscar mecanismos que permitan plasmar nuestros proyectos, ideas o hasta ilusiones, este particular proceder a menudo colisiona con la realidad, la vida diaria con sus avatares desplaza nuestros objetivos y posterga propósitos. Soledad que añoro, ¿cuando volverás?
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