Este es un escrito que por razones que no recuerdo quedó como borrador e incompleto, tampoco me acuerdo porqué su edición fue omitida, aunque el tema pudiera ser intrascendente hoy restituyo su valor y lo publico.
Tres hechos inusuales ocurridos en nuestra ciudad (Lima) en el lapso de 24 horas durante la pasada semana han puesto "sobre el tapete" la dependencia e importancia que generan y tienen respectivamente en una urbe la falta de servicios básicos, la energía eléctrica (uno de ellos) brinda imprescindibles comodidades y beneficios pero también algunos imperceptibles aspectos negativos que solo pude apreciar al interrumpirse este servicio.
Jueves 3 de Abril, 6.30 pm, repentino apagón en todo Santa Clara (donde vivo), sorpresa y apuro para buscar linternas y velas, ante el silencio y oscuridad salimos a caminar, comprar pan, algunas velas así como observar la localidad en completa oscuridad, luego esperar y esperar hasta la reposición del servicio, recién después de aproximadamente tres horas vuelve la energía eléctrica y todo regresa a la normalidad.
Viernes 4 de Abril, 9.00 am, al pasar una Pc al dormitorio de mi hija desconecté la linea que nos enlaza a Internet, un involuntario error que nos dejó sin servicio durante varias horas, apenas resuelto el problema nuevamente todo en calma y orden.
Viernes 4 de Abril, 9.00 pm, con mis dos menores hijos fuimos a comer pollo a la brasa "Donde Walter" (restaurante de ese nombre en Sta. Clara), a media cena un corto apagón de unos diez minutos sorprende y confunde de sobremanera al personal a cargo de la atención, alboroto y preocupación hasta que regresa la energía, recién en ese momento volvieron a respirar con tranquilidad.
A causa de la total penumbra propiciada por el primer suceso la familia se reunió alrededor de una mesa, agrupados en la cocina frente a una encendida vela iniciamos una entusiasta conversación, hablamos sobre asuntos personales o familiares y resolvimos varios puntos pendientes, todos participaron de manera franca y activa. Como que la oscuridad y silencio general nos acercó, fue el agente que impulso una actitud extrovertida en todos, fomentó la exposición de problemas, inquietudes o dudas, ideas y pensamientos. Tocamos temas que generalmente los chicos mantienen con cierta reserva o discuten solo con uno de nosotros (sus padres) y en privado, al día siguiente la falta de Internet también propicio nutridas conversaciones. Estos singulares hechos llamaron poderosamente mi atención, analizando llego a suponer que el temor a la oscuridad o la insignificancia del individuo urbano ante la falta de un servicio básico lo vuelve vulnerable y esta vez la conversación fue un subliminal mecanismo de unión y protección, una fórmula para superar temores y no sentirse desamparado.
La reflexión que aflora en mi mente me lleva hacia una evaluación de la cultura occidental, su tendencia individualista y definido objetivo de acopiar bienes materiales promueve un individuo de espíritu solitario, con una gran dependencia y (lamentablemente) amoral, las ventajas tecnológicas utilizadas bajo las premisas de occidente aportan mucho en ese sentido. Si comparamos con otras culturas como la oriental queda claro que estamos en desventaja, sus tradiciones y costumbres difieren de las nuestras, la solidaridad y sentido social tienen ancestrales fundamentos y se respetan con rigor. Los occidentales mas bien denigran y hasta ignoran esos conceptos, en mi modesto parecer así se alienta un proceso de auto destrucción; además quienes operen y/o manejen estos servicios o aditamentos de tecnología podrán regir, manipular y dominar sin problema a sociedades con nuestras costumbres. Mal pronostico, verdad.
Tres hechos inusuales ocurridos en nuestra ciudad (Lima) en el lapso de 24 horas durante la pasada semana han puesto "sobre el tapete" la dependencia e importancia que generan y tienen respectivamente en una urbe la falta de servicios básicos, la energía eléctrica (uno de ellos) brinda imprescindibles comodidades y beneficios pero también algunos imperceptibles aspectos negativos que solo pude apreciar al interrumpirse este servicio.
Jueves 3 de Abril, 6.30 pm, repentino apagón en todo Santa Clara (donde vivo), sorpresa y apuro para buscar linternas y velas, ante el silencio y oscuridad salimos a caminar, comprar pan, algunas velas así como observar la localidad en completa oscuridad, luego esperar y esperar hasta la reposición del servicio, recién después de aproximadamente tres horas vuelve la energía eléctrica y todo regresa a la normalidad.
Viernes 4 de Abril, 9.00 am, al pasar una Pc al dormitorio de mi hija desconecté la linea que nos enlaza a Internet, un involuntario error que nos dejó sin servicio durante varias horas, apenas resuelto el problema nuevamente todo en calma y orden.
Viernes 4 de Abril, 9.00 pm, con mis dos menores hijos fuimos a comer pollo a la brasa "Donde Walter" (restaurante de ese nombre en Sta. Clara), a media cena un corto apagón de unos diez minutos sorprende y confunde de sobremanera al personal a cargo de la atención, alboroto y preocupación hasta que regresa la energía, recién en ese momento volvieron a respirar con tranquilidad.
A causa de la total penumbra propiciada por el primer suceso la familia se reunió alrededor de una mesa, agrupados en la cocina frente a una encendida vela iniciamos una entusiasta conversación, hablamos sobre asuntos personales o familiares y resolvimos varios puntos pendientes, todos participaron de manera franca y activa. Como que la oscuridad y silencio general nos acercó, fue el agente que impulso una actitud extrovertida en todos, fomentó la exposición de problemas, inquietudes o dudas, ideas y pensamientos. Tocamos temas que generalmente los chicos mantienen con cierta reserva o discuten solo con uno de nosotros (sus padres) y en privado, al día siguiente la falta de Internet también propicio nutridas conversaciones. Estos singulares hechos llamaron poderosamente mi atención, analizando llego a suponer que el temor a la oscuridad o la insignificancia del individuo urbano ante la falta de un servicio básico lo vuelve vulnerable y esta vez la conversación fue un subliminal mecanismo de unión y protección, una fórmula para superar temores y no sentirse desamparado.
La reflexión que aflora en mi mente me lleva hacia una evaluación de la cultura occidental, su tendencia individualista y definido objetivo de acopiar bienes materiales promueve un individuo de espíritu solitario, con una gran dependencia y (lamentablemente) amoral, las ventajas tecnológicas utilizadas bajo las premisas de occidente aportan mucho en ese sentido. Si comparamos con otras culturas como la oriental queda claro que estamos en desventaja, sus tradiciones y costumbres difieren de las nuestras, la solidaridad y sentido social tienen ancestrales fundamentos y se respetan con rigor. Los occidentales mas bien denigran y hasta ignoran esos conceptos, en mi modesto parecer así se alienta un proceso de auto destrucción; además quienes operen y/o manejen estos servicios o aditamentos de tecnología podrán regir, manipular y dominar sin problema a sociedades con nuestras costumbres. Mal pronostico, verdad.
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