(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

miércoles, 7 de enero de 2009

El viejo Silas

De madrugada, cada sábado, el viejo Silas enciende su Dodge, es un amplio sedán del año 1962, seis cilindros en linea y transmisión automática por botones. La ubicación de mi dormitorio frente a su garaje además de una exagerada curiosidad para apreciar la habilidad que muestra este viejo "gringo" al desenvolverse con sus muletas por falta de una pierna me hace conocer cada detalle de su semanal rutina. Mientras calienta el motor del auto acomoda la chalana barnizada que cuelga del techo de su cochera, un sistema de poleas construido por él mismo facilita esa labor, amarra el bote con minuciosidad y suma firmeza sobre una parrilla que fue especialmente preparada para recepcionarlo, el Evinrude de tres caballos y la canasta de plumas, cordeles, plomos y anzuelos van en la maletera, nunca deja de sorprenderme la destreza para maniobrar o cargar bultos con las manos mientras sus sobacos orientan y dirigen las muletas, las usa de soporte, palanca, como ayuda de carga o simplemente para trasladarse.

Es otro mas de los acostumbrados viajes para pescar truchas en los espejos de agua en Ticlio de este norteamericano residente en nuestro país; en la sierra siempre se encuentra con amigos, compatriotas pescadores como él que trabajan para la Cerro de Pasco en la mina de La Oroya. Silas tiene pasión por este hobby, siempre viaja solo y no se queda mas de una noche, por lo general regresa al medio día del domingo, ahí realiza la misma operación pero a la inversa; en su garaje cuenta con una gran congeladora llena de truchas que acumula, consume o regala con mucha reserva y marcada mezquindad entre algunos de los vecinos mas cercanos, mi curiosidad para observarlo en cada gestión semanal junto a su silenciosa complicidad para ignorar mi actitud de fisgón probablemente me hacía uno de los escogidos en el austero reparto.

Nostalgia de la niñez que rebrota o aflora en estos días de sesenta nuevos Eneros.




2 comentarios:

Susana Peiró dijo...

Qué bello lugar Carlos!!!


Creeme que aprendería a pescar truchas, sólo para estar allí!

Y bonita historia la de Silas, Gracias por compartirla!

Un abrazo!

Carlos Caillaux dijo...

En esos años pocos aprovechaban o disfrutaban la belleza y generosidad de la naturaleza en la sierra de Lima, el viejo Silas si sabía hacerlo.

Saludos.