(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

sábado, 24 de abril de 2010

Orar, blasfemar y rezar

La educación escolar que recibí tuvo una consistente formación católica, los "curas" a cargo del colegio no solo se encargaban de la administraban del plantel también tuvieron directo protagonismo al instruirnos todos los años en distintas asignaturas. Una evidente intención de preparar y formar individuos de sólidos vínculos con los preceptos católicos era una misión adicional de la congregación de los SSCC, con marcada vehemencia y perseverancia en el curso de la etapa escolar nos predicaron respecto al lazo que debíamos asumir y mantener con la iglesia, de forma subliminal o directa siempre estaba presente.

Confesión general y misa el primer viernes de cada mes en la iglesia de la Plaza Francia adonde llegábamos por el túnel que atraviesa la Av Uruguay; recurrentes y masivas visitas con misa y oración a la gruta de la Virgen de Lourdes al lado del Parque Universitario; una constante mención de la fe cristiana o el pensamiento católico romano en clases y ceremonias del colegio son precisos recuerdos que guarda mi memoria. Fue tan recargada la presión recibida en esos años de estudiante que en mi personal caso apenas terminé el colegio deje de lado esta puntual alianza, saturado de tan recargada repetición opte por dejar al margen mi conexión con la iglesia y el clero ubicando mis intenciones, pensamientos o acciones casi en extremos opuestos, no rechazé ni ignoré el dogma recibido pero si obvie su valor e importancia de manera tosca, en forma inconsecuente.

A raíz de un comentario escrito en el blog de una amiga recordé esas antiguas vivencias, hechos que acompañaron mi juventud e incipiente madurez; tampoco ahora, hoy, reniego de esa forma de actuar ni repruebo como crecí y retransmití a mi eventual entorno este alejamiento, esta nueva posición que dicho sea de paso marca de manera concreta y vigente la actual forma de ver o asimilar las cosas. A pesar que hoy he retomado en parte esta comunión a través de un diario, riguroso momento de reflexión y rezo nocturno, voluntariamente no participo de los ritos obligatorios de la iglesia.

Guardo y ejecuto en mi cotidiano accionar el espíritu de bonhominia (buen samaritano) que inculca la iglesia y me enseñaron en la niñez, lo hago buscando contrarrestar la degradación del ser humano, la injusticia, desigualdad, abuso o corrupción; la pobreza que circunda a nuestro alrededor, el repudiable culto y búsqueda de riqueza en desmedro de mayorías, la amoralidad de nuestros líderes y del individuo, hechos que en si niegan pronósticos favorables hacia el futuro. Todo lo recién indicado junto a temas personales que también aportan una importante cuota adicional de desazón me impulsan a rezar para ser mejor. Intento así salvar el alma, oxigenar mi consciencia, engrosar mi coraza espiritual o alimentar una desnutrida paciencia con hambre de fe y esperanza (¿?).

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