(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

martes, 9 de agosto de 2011

De segunda clase

La escasa institucionalidad e incumplimiento a normas establecidas; la ausencia del estado en numerosas localidades del país, la incompetencia de autoridades y/o la carencia de servicios básicos en grandes porciones de la nación genera desazón, promueve el desorden y estimula el surgimiento de caudillajes y/o movimientos regionales que asumen liderazgo en grandes extensiones de nuestro país, detentan control, poder y principalmente se sustentan con capitales de origen oscuro producto de la anarquía e inacción de sucesivos gobiernos.

En los dos últimos meses el término "De segunda clase" cobra actualidad, garrafales dislates o inconscientes pero francas afirmaciones de personajes vinculados al poder y la clase intelectual ponen una vez más como tema de discusión esta ofensiva e inaceptable calificación, antagónicos interlocutores de los políticos fueron directos receptores de semejante denominación. El ex presidente García tuvo a finales de su gobierno la imperdonable y recurrente desfachatez de nombrar así a quienes en el sur del país intentaban (lo lograron) imponer condiciones ante reclamos exigidos al poder ejecutivo, probablemente sentirse coaccionado y obligado a someter su voluntad ante estos rivales le impulsó a cometer esta prepotencia verbal como desnudar el peculiar concepto que le inspiran estos impertinentes y tozudos adversarios. Por otro lado algunos destacados eruditos no tienen reparo en afirmar que en nuestro país hay ciudadanos con diferente nivel y valor, que la activa participación de este menospreciado estrato en asuntos nacionales solo propicia atraso, corrupción y desborde social.

La discriminación que reciben estos segmentos de población les permite utilizarla como argumento de victimización y en parte sustenta su confrontacional actitud. En medio de estos dos extremos el resto de la población solo puede observar las exigencias de estas masas que no respetan la ley y la inútil intransigencia de autoridades que al final terminan aceptando las imposiciones de los marginados. La ley y normas vigentes se deben cumplir sin excepción, por el bien y desarrollo de la nación deben ser aceptarlas; si la anarquía crece nuestro futuro es impredecible.

Este inadmisible comportamiento de diferenciar personas también aparece donde el estado tiene presencia, se manifiesta con mayor sofisticación y por lo general se encubre bajo otros argumentos, casi con prístina sutileza. Subliminales o explicitas manifestaciones de marginación abundan en el ámbito familiar, laboral, social. educativo, político, profesional, amical, etc, etc, y nos hace ver el alto índice de exclusión que soportamos, es una característica que abunda en nuestra sociedad, pan de cada día y rozamos constantemente con ello.

La actitud segregatoria entre otras razones puede tener origen en ímpetus propios de una germinante adultez o acciones producidas por efervescencia hormonal, podemos comprenderlo (no aceptar) como un error propio de individuos en pugna por su desarrollo personal, profesional o intelectual, personas que al necesitar crecer o surgir deben superar retos, escollos que a veces requieren del uso de formulas cuestionables o vedadas contra sus semejantes. Recibir poder y ejercerlo también tastoca criterios y el afán de mantener ese liderazgo puede propiciar esos excesos. En adultos mayores, individuos con suficiente experiencia de vida, reconocida solvencia económica, madurez explicita o serenidad que la misma edad les brinda puede interpretarse como un acto de majadería, intolerancia desmedida o desprecio hacia sus semejantes.


A pesar de lo expresado no podemos caer en la equivocación de responder estas erradas acciones en la misma proporción, aprendamos a reconocer debilidades y perdonar los atropellos que estas personas puedan cometer aunque no está demás ayudarlos a realizar un acto de consciencia, de reflexión que permita replantear conceptos y enmendar conductas, corregir desatinos, algunas veces un simple acto de cortesía puede revertir tamaño desproposito. Por su elemental sencillez esperemos que estos individuos (especialmente los mayores) puedan entender su desacierto y rectificarse.



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