(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

jueves, 7 de agosto de 2008

Baño de florecimiento

No fue una ridícula sesión de limpieza espiritual que estos últimos años está tan de moda en nuestra capital, tampoco se debe a una cita con seudo brujo o pitonisa de cartomancia; recibir por la cara y cuerpo un cañazo de pésima calidad en forma de escupitajo pulverizado por boca de fraudulento Chaman, introducirse en bañera con agua "purificada" para recibir lluvia de pétalos de geranio, clavel o rosas substraídas de algún cuidado jardín o sentarse cual pánfilo frente a recargada adivina para conocer algo del inmediato porvenir (como ahora hace el reo Fujimori) no está dentro de lo que mi criterio, inteligencia, educación o costumbre puede asimilar, de que he participado o conozco, por supuesto, como curioso o acompañante he asistido un par de oportunidades. Las raíces andinas y amazónicas de nuestro pueblo nos acercan en algún momento por esas esferas pero de ahí a creer, aceptar o simplemente darle credibilidad hay bastante trecho, por lo menos las experiencias de vida que hasta hoy he tenido no acreditan a favor.

Lo que hoy recibí, asimilé o sentí es estrictamente de orden emocional, la seráfica sensación de placer o satisfacción personal por la vivencia que alimentó este día vale la pena compartirlo. Después de quince años me reencuentro con dos personas con quienes trabajé en toda la década de los ochenta, ellos, co-propietarios de una empresa con gran envergadura dedicada al sector manufacturero y comercial fueron mis jefes directos en esos años, durante ese decenio cultivamos una recíproca amistad que el tiempo y distancia se encargó de apagar. En los escasos segundos que intercambiamos saludos volvieron a aparecer las virtudes que siempre esgrimieron, a pesar del reducido tiempo que estuvimos juntos y el prolongado lapso de años sin vernos la calidad humana de ambos personajes hicieron aflorar en mi conciencia las mismas sensaciones y estado de ánimo que viví y colmaron esa década tan fructífera para mí, solo esa percepción suministró y con creces la alegría espiritual que refiero o promueve este título. Lo que obtuve, recogí hoy fueron muestras de cariño o aprecio, sinceridad y sencillez, virtudes que tan hábil y sabiamente estos empresarios podían y aún pueden brindar a todos quienes interactúan con ellos, expertos relacionistas públicos que usan con maestría la humildad y caballerosidad como esencia de su ser, es parte de su vida y saben compartirla.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón, Carlos: los reencuentros con personas que uno frecuentaba tiempo atrás casi siempre son como baños de florecimiento. Gracias por mencionar esto en el post :).

Carlos Caillaux dijo...

Fue muy estimulante pero además satisfactorio reencontrar a estas personas con la misma vibra.

Saludos.

Anónimo dijo...

El afecto cuando es verdadero perdura a pesar del tiempo y el espacio

Carlos Caillaux dijo...

Y quienes saben compartirlo siempre serán reconocidos.

Saludos.