(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

viernes, 13 de agosto de 2010

Una espina (aún) incrustada

Este es un hecho real, por varias décadas me acompaña como un propósito quebrado, un proyecto sin plasmar, incumplido, postergado. Aunque en el transcurso del tiempo fue perdiendo vigencia de vez en cuando reaparece refregando en mi conciencia su perdurabilidad. Por lo general se manifiesta como un virtual latigazo mental machacando sobre el tiempo perdido, los plazos vencidos y la falta de voluntad que siempre se impuso; por la resignación acumulada y el lastre que significa; por la interminable carga que estoy decidido a soportar, por mis propios reniegos o la falta de disposición; por la nula intención de realizarlo, la falta de empeño que tuve y por lo visto mantengo. Es probable que más adelante siga estrujando mi mente, lacerando mi memoria o exigiendo una decisión, durante el resto de mi existencia, hasta el fin de mis días este frustrado tema seguirá apareciendo, de manera infructuosa(¿?) tratando de modificar mi comportamiento, buscando corregir mi actitud.

Tenía quince años al terminar el colegio, a partir de ahí la universidad y una efervecente independencia empiezan a copar mi tiempo, en ese contexto razones de coyuntura familiar ponen en mis manos un rentable negocio. Una insuficiente madurez junto a la súbita bonanza económica no me permiten organizar mi destino con propiedad, mirar de manera objetiva el futuro y en forma esencial ocuparme, atender mis íntimos anhelos, los personales sueños gestados con anterioridad.

El fallecimiento del cineasta Armando Robles Godoy días atrás activa de nuevo el tema, hace que rebroten esas antiguas vivencias y personales cuestionamientos, al observar los homenajes y semblanzas de este ilustre peruano en prensa y Tv me retrotrae hasta los años de juventud. Es que existen una serie de coincidencias que enlazan al cineasta fallecido con el suscrito y estas se han ido repitiendo una y otra vez desde esa época.

La inclinación y posterior pasión que el cine genera en mi durante la adolescencia impulsa la necesidad de buscar medios que me permitan instruirme en esa actividad y quizás desarrollarme para formar carrera en ello. En forma coincidente Armando Robles Godoy empezaba a gestar su faceta de enseñanza, cada año aparecía en avisos de periódico la invitación a participar en su taller de cine, buscando jóvenes interesados; yo prestaba detallada atención, recortaba y me prometía averiguar sin embargo en forma consecutiva e inexplicable postergaba la decisión.

Durante varios años más atendí la convocatoria del taller pero también de manera reiterada lo terminaba considerando un asunto pendiente, encontraba o justificaba con recursos o excusas como el matrimonio y las responsabilidades familiares; mi posterior divorcio; la falta de dinero, de tiempo o simplemente ganas; siempre me escabullí y de manera irresoluta sepulté mis intenciones adolescentes en un virtual baúl de temas por olvidar. Varios años después me mudo a Miraflores y encuentro a Don Armando como un cercano vecino, esta vez me propuse abordarlo para conversar o tocar el tema pero siempre quedó como un deseo, un asunto pendiente. Hoy que este gran peruano nos deja reabre nuevamente esas escondidas heridas que estuvieron alojadas en algún recoveco del cerebro. ¿Estaré a tiempo de enmendar el tema?; ¿Podré cambiar esa terca posición?; ¿Reaparecerán nuevas intenciones?; ¿Mi faceta autodidacta intentará cubrir ese vacío?...cuantas preguntas sin respuesta.


4 comentarios:

RBC dijo...

Solo en ti encontraras las respuesta Carlos, solo en ti.
Suerte!

Carlos Caillaux dijo...

De un solo plumazo le diste respuesta a mis preguntas. Para remate, hoy domingo en El comercio aparecen dos semblanzas del maestro Robles Godoy escritas por discípulos, en ellas agradecen como enaltecen su paso por el mencionado taller. ZUACATE, más razones de remordimiento.

RBC dijo...

Ese ZUACATE me gusto carlos.

Abrazotess

Carlos Caillaux dijo...

Un poco retro pero efectivo.

saludos