(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

lunes, 6 de junio de 2011

La fonda de Palpa

Casona anconera
Allá por 1962 durante las vacaciones escolares del verano nos juntábamos en Ancón adolescentes de diferentes barrios y colegios convergiamos en este destacado y ancestral balneario para aprovechar el sol y mar de la costa limeña. Durante esa temporada muchos empezamos a manifestar y compartír inquietudes similares, una de las más importantes fue aquella indispensable necesidad de exteriorizar los novedosos sentimientos de libertad que la adolescencia genera, expresarlos de manera estridente fue para nosotros vital e inevitable sin embargo solo estando juntos adquirimos la fortaleza y valor suficiente para hacer patente nuestra flamante turbación.

Sin acuerdo o discusión previa nos convertimos en club de "Tobi", nuestra "collera" no acepta mujeres en su entorno, tampoco guarda mayor respeto hacia las normas de conducta y menos apego al canon social que regía durante esos años. Por este comportamiento y algunos despropósitos adicionales fuimos discriminados y reprobados, finalmente descalificados. Algunos miembros de la llamada alcurnia anconera nos marca y de paso lapida. Con indiferente desdén discrepamos con jóvenes contemporaneos que también acudían al balneario respetando o hasta ensalzando ese espíritu pitucó que estaba impregnado en Ancón y las damas mayores sabían imponer. En forma particular recuerdo la antagónica actitud de los presumidos chicos del Santa María o envanecidas niñas del Villa María y San Silvestre, supuestos rivales que fungían de representar la "high society". 

Debemos ubicarnos en el espacio/tiempo de mediados del siglo pasado para comprender porque creimos que la mejor forma de lograr nuestra meta era a través de una frontal e irrespetuosa insurrección, sentimos necesario sublevarnos, modificar, minimizar o desconocer las reglas y normas de conducta que predominan y  tratar ilusamente de hacer valer nuestro inexistente derecho. Es bueno recordar que a mediados del siglo pasado prevalece una vertical y autoritaria educación familiar que proviene de padres (los nuestros) que simplemente repiten lo que a su vez inculcaron los suyos.

Como imitando el comportamiento de nuestros inmediatos mayores una recurrente intoxicación con alcohol etílico fue la formula inicial, una o dos veces por semana nos agenciabamos algo de dinero para adquirir un pésimo cañazo o un mugroso Pisco Vargas (el de esa época) que con torpeza, temor, dificultad y escondidos engullíamos. La desinhibición que genera en nuestra sangre el alcohol nos sacude, una vez advertida la libertaria, estimulante embriaguez que nos provoca el licor se convierte en esencial estímulo para repetirlo una y otra vez.

Explorar sumergiendonos en vivencias desconocidas hasta ese momento fue otra singular respuesta para expresar nuestros instintos, viajar solos para conocer nuevos lugares se convirtió así en otra emancipante pasíón. Pequeños periplos que siempre hacíamos tirando dedo y nos llevaban desde el balneario hasta diferentes localidades del norte chico se volvió otra repetida rutina.

Patio posterior de casa hacienda
Uno de los destinos favoritos fue la Hacienda Palpa en Huaral, propiedad familiar de un miembro del grupo. Por la enorme dimensión de este latifundio, la extrema libertad que nos brinda y cercanía con nuestro punto de partida se convirtió en destino preferencial. Cuando ibamos nos alojábamos en la deteriorada casa hacienda, ahí podíamos derrochar nuestros excesos sin mayores tropiezos, cumplir nuestros anhelos o estrenar un desconocido libertinaje, fue en ese lugar donde finalmente pudimos aflorar, exponer sin trabas nuestra presunta libertad.
No era necesario que viajemos todos juntos, llegabamos de a pocos, en grupos de a dos, tres o cuatro. Al final del día en la Fonda ubicada en la esquina de la plaza principal, junto a un vetusto cine y la gran casa principal nos agrupábamos para organizar nuestras trasnochadas y juergueras actividades.

La Fonda de Palpa regentada por una numerosa familia de origen chino fue nuestro centro de reunión, un reservado salón destinado en exclusividad para los familiares e invitados de los dueños sirvió como centro de operaciones para organizar nuestras ocasionales visitas, su decoración con elementos orientales en recargado color rojo y la constante recepción de vociferantes conversaciones en el idioma del país asiático le dió al lugar un caracter surrealista que hasta hoy recuerdo con claridad. En ese comedor aprendimos a saborear la fusión gastronómica nikkei-peruana que hoy es boom culinario pero ahí sentimos diferente, extraña y/o rebuscada; fue en ese local donde degustamos por vez primera lo que solo privilegiados peones podían pagar para ser atendidos con potajes distintos al de sus costumbres y también donde empezamos a vincularnos con personas de origen humilde, a palpar las abismales diferencias sociales o económicas que existían entre peruanos, y que  para mal, aún hoy perduran.

Allí conversamos, compartimos ideas, cruzamos pensamientos e interactuamos con jóvenes diez o veinte años mayores que nosotros, primos o hermanos de la familia propietaria encargados del manejo y administración de esta gran hacienda, personas que definitivamente marcaron hitos en nuestro particular desarrollo o que ayudaron a moldear nuestra personalidad. Por último y no menos importante, es en esta Fonda de Palpa donde empezé a vislumbrar, meditar sobre mi propio porvenir y posterior papel dentro de la sociedad; fue cuando empezé a tomar conciencia de mi presencia en este mundo, sobre la vida misma y la realidad existente. Para terminar es también el lugar donde asimilé por vez primera la enorme fortuna personal, la prerrogativa o mágica providencia que me instalo en este mundo dentro de una familia estable, formada, economicamente solvente y favorecida en relación a la difícil circunstancia de muchos connacionales. 


Visite: www.bicicletasQoa.com

2 comentarios:

RBC dijo...

Cuántos lugares nos deparan recuerdos, unos más significativos que otros verdad? Siempre es bueno rememorarlos para sacar ciertas conclusiones o simplemente para reflexionar.

abrazotess

Carlos Caillaux dijo...

En estos días la nostalgia invade mi ser y reaparecen recuerdos que se mantienen vigentes.

Un abrazo.