(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

viernes, 15 de julio de 2011

Primera Experiencia en Machu Picchu

Fue el año 1963 que junto a compañeros del colegio visitamos la zona sur del país, Arequipa, Cuzco y Puno fueron los departamentos que por vía aérea además de carretera conocimos en fugaz periplo que realizamos durante las vacaciones de medio año, el motivo central de ese viaje era conocer como recorrer las ya celebres ruinas de Machu Picchu.

Desde su llegada a Lima en 1958 el padre Hervé, encargado de nuestra promoción escolar, mostró interés en conocer el nuevo país donde fue enviado por su congregación, la de los Sagrados Corazones. Con sus alumnos (nosotros) del colegio SSCC Recoleta organizó cada año viajes por diferentes regiones del país para de esta manera permitirse y facilitarnos conocer in situ la enorme diversidad geográfica como cultural de nuestro Perú. Con él durante sucesivas fiestas patrias hicimos inolvidables recorridos por aire, tierra o río. La increíble ruta fluvial desde Pucallpa hasta Iquitos en lentísimo barco a leña por el majestuoso Amazonas, el puntual recorrido en bus por toda la Panamericana, tanto norte como sur además de la visita a numerosos pueblos e importantes ciudades de nuestra serranía a través de rutas de penetración hizo que podamos conocer gran parte de la patria; apreciar la imponente belleza de nuestra geografía y conocer su vasta pluralidad étnica como de costumbres. Estos viajes también sirvieron para distinguir la marcada diferencia que existe entre muchos peruanos, fue donde aprendimos a valorar mejor nuestro país; apreciar su riqueza y bienes además de estimar la gama de posibilidades que están a disposición de quienes habitamos esta querida tierra.

Muy temprano llegamos a la estación en Cuzco, para la gran mayoría era nuestra primera experiencia en tren, casi en tropel subimos al auto vagón de ibérico color para de inmediato partir hacia el objetivo central de todo el viaje, fueron necesarias poco más de dos horas recorriendo una sinuosa linea férrea al lado del cauce del río Vilcanota para llegar hasta Aguas Calientes, durante todo el trayecto luminosos rayos de un reluciente sol hacía resaltar más el esplendido verdor del monte adyacente como el intenso azul del cielo, las nubes de níveo color completaban este mágico espectro de vivos colores; nos acercábamos hacia las ruinas respirando la natural fragancia de flora silvestre y recibiendo sobre el rostro la refrescante, helada brisa que la sierra ofrece. Progresivas muestras de entusiasmo y admiración van brotando a cada momento, el emoción expuesta por quienes participamos era evidente.

Llegar a la modesta estación del tren que esos remotos años tenía a sus lados un limitado número de chozas y casas fue un momento notable, estábamos al pie de Machu Pichu y a escasos minutos de recorrer sus estructuras, apenas bajando del ferrocarril levantabamos la vista con la intención de ser los primeros en divisarla, intento infructuoso por la estratégica ubicación del conglomerado Inca, desde el cauce del río solo podíamos ver el verde monte y la silueta de un par de cóndores planeando sobre el colorido firmamento. Algunos aventados que se adelantaron a pie por el camino de ascenso con la intención de llegar antes del resto debieron aceptar su insensatez trepando casi al vuelo las camionetas destinadas a llevar turistas cuando estas los alcanzaron; luego de quince minutos en el delgado sendero de tierra al borde del precipicio llegamos.


Poco antes del medio día el pétreo e imponente escenario nos rodea, muros de impecable acabado, larguisimas escaleras por todos lados y sucesivos andenes que se perdían en la parte baja de las ruinas estaban a nuestro alcance, lamentablemente solo nos dieron dos horas para recorrer todo el complejo, el tren de regreso ya pautado así lo exigía. El restringido tiempo nos obligó a multiplicar nuestro esfuerzo para tratar de llegar a la mayor cantidad de puntos destacados y reconocidos, debimos por eso pasear por sus diferentes espacios en forma muy rápida. Nos dividimos en grupos de tres o cuatro y empezamos a buscar metas dentro de la ciudadela, así subimos primero hasta el torreón, el gran peñasco en su base fue lo que mas atrajo a nuestro grupo, de ahí pasamos al  templo de las tres ventanas, el Intihuatana y la roca sagrada, después de llegar a esa remota esquina regresamos hasta el jardín central para nuevamente fijar otro destino, subíamos y volvíamos con la agilidad que la juventud nos brindaba, al cabo de un largo rato la altura y cansancio empezó a disminuir nuestra energía. Resulto imposible tentar subir al Huayna Pichu, el tiempo que requiere su ascenso y el limitado tiempo disponible bloqueó cualquier espectativa, quedó pendiente hasta otra oportunidad. Al cabo de las dos horas el padre Hervé con largos pitazos nos invita a volver hasta el paradero de las camionetas para efectuar el descenso, nuestro auto vagón llegaba en corto tiempo y debíamos volver hasta Cuzco.


Visite: www.bicicletasQoa.com

7 comentarios:

RBC dijo...

Carlos, seguro son recuerdos del tamaño de Machu Pichu.

abrazoss

Anónimo dijo...

Carlos, yo fui de excursion a Machu Pichu en 1963. Tambien con el Padre Herve y somos de la misma promocion R64

Carlos Caillaux dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Caillaux dijo...

Amiga, recuerdo tan grande como las ruinas y de acuerdo al segundo comentario con ligeras imperfecciones de tiempo... es que los años no pasan en vano.
saludos

Anónimo, quede en duda quién eres aunque sospecho de MZI por la precisión de la fecha, hecho que obliga una inevitable rectificación.

saludos.

Susana Peiró dijo...

Precioso relato. Leerte es viajar con Vos a ese lugar que todos debemos visitar al menos, una vez en la vida. Magia, historia, paisajes infinitamente bellos. Muchas Gracias por compartir este relato y por tus animosas palabras en mi blog! Un abrazo Amigo!

Anónimo dijo...

Carlitos, no soy MZI. En 1963 de todo el grupo que viajo el unico R64 fui yo. Siempre leo tu blog y espero siempre por los nuevos articulos. Este en especial me trae los gratisimos recuerdos de nuestro colegio. Contigo viajamos al Canon del Pato pero creo que fue cuando estabamos en 5to de primaria creo. LACA

Carlos Caillaux dijo...

Yoyo, con humildad y algo de verguenza acepto mi inexactitud, el tiempo transcurrido puede borrar de la mente algunos detalles como el ahora aludido y debo admitirlo con naturalidad (eso intento). Siempre recuerdo esos viajes como momentos inolvidables de nuestra etapa escolar, fueron experiencias de vida que no valoramos debidamente en su momento pero hoy lo apreciamos a plenitud.