España acaba de soportar duros atentados de la banda terrorista ETA
(Euskadi Ta Askatasuna, Patria Vasca y Libertad), la supuesta celebración de estos criminales por el medio siglo de existencia buscó teñir de rojo la península ibérica, ejecutar una cruel secuencia de matanzas, un malvado, perverso riego de sangre de sus propios coterráneos que por cierto fracasó.
Quienes sufrimos aquí en Perú durante la década de los ochenta e inicios de los noventa la barbarie que realizó sendero luminoso, quienes esos años tuvimos prole y debimos resignarnos a criarlos bajo un manto de terror; aceptar que el desarrollo p
ersonal de esos jóvenes estuvo marcado por la sangre de compatriotas, por el temor e inseguridad de nacer en un país hostíl, injusto e incapaz de brindar seguridad, respeto e igualdad entre sus habitantes o peor aún, que admitir el endurecimiento o frialdad de todos ellos frente al dolor ajeno, no debemos olvidar lo sucedido.
Todos los miembros de la sociedad tenemos la obligación de ofrecer, desde nuestra particular arista, el mayor esfuerzo para que lo referido no se repita así como sobreponernos y enjuiciar las voces que intentan pasar la página o minimizar lo sucedido. Nada ni nadie cambiara los hechos, menos modificará el daño realizado; ese "cuento" del perdón y reconciliación solo es una arenga política, una pose de ciertos intelectuales para satisfacer egos de ciertos personajes y presumo de escasas, escasísimas víctimas, nada podrá variar la percepción personal y carga emocional de quienes sufrimos las consecuencias de esos años de terror.
Hoy con un país relativamente pacífico, con grupúsculos subversivos alimentados por la propia corrupción e incapacidad del estado debemos agradecer la mano dura del ex gobernante en prisión y de su convicción para destruir esas lacras; hoy estaríamos como España, orgullosos de nuestra democracia pero lamentando un sin numero de muertes, abrumados por la extrema inseguridad y con la convicción de mantener generaciones en desarrollo con la marca de sangre y muerte a su lado, alrededor de cada nuevo ciudadano español del siglo XXI.
Quienes sufrimos aquí en Perú durante la década de los ochenta e inicios de los noventa la barbarie que realizó sendero luminoso, quienes esos años tuvimos prole y debimos resignarnos a criarlos bajo un manto de terror; aceptar que el desarrollo p

Todos los miembros de la sociedad tenemos la obligación de ofrecer, desde nuestra particular arista, el mayor esfuerzo para que lo referido no se repita así como sobreponernos y enjuiciar las voces que intentan pasar la página o minimizar lo sucedido. Nada ni nadie cambiara los hechos, menos modificará el daño realizado; ese "cuento" del perdón y reconciliación solo es una arenga política, una pose de ciertos intelectuales para satisfacer egos de ciertos personajes y presumo de escasas, escasísimas víctimas, nada podrá variar la percepción personal y carga emocional de quienes sufrimos las consecuencias de esos años de terror.
Hoy con un país relativamente pacífico, con grupúsculos subversivos alimentados por la propia corrupción e incapacidad del estado debemos agradecer la mano dura del ex gobernante en prisión y de su convicción para destruir esas lacras; hoy estaríamos como España, orgullosos de nuestra democracia pero lamentando un sin numero de muertes, abrumados por la extrema inseguridad y con la convicción de mantener generaciones en desarrollo con la marca de sangre y muerte a su lado, alrededor de cada nuevo ciudadano español del siglo XXI.